Donar órganos salva vidas: el caso de Pablito
Durante mayo, Pablito, un niño de 8 años de Rosario sufrió un cuadro de hepatitis grave y debió ser trasplantado. Tres médicos del Sanatorio de Niños, Alejandro Costaguta, jefe de la Unidad de Hígado y Trasplante; Sergio Plaza, coordinador del Servicio de Anestesiología; y Griselda Gutiérrez, jefa de Terapia Intensiva relatan el caso y hablan de la donación de órganos en esta entrevista.
-¿Cómo fue el procedimiento desde que supieron que había un chico que posiblemente tenía que recibir un trasplante?
Alejandro Costaguta – Nos reunimos con los integrantes del equipo encargado de tomar las decisiones sobre este caso y estuvimos de acuerdo en proceder al trasplante. A partir de ahí, se dispara un mecanismo complejo en el que los distintos integrantes del equipo nos dedicamos a tareas específicas. Pablo salió muy bien de la cirugía, eso nos dio un gran alivio porque la primera meta era que salga bien del quirófano.
Sergio Plaza – Somos un equipo que se coordina cuando surge el operativo de trasplante. Eso implica un proceso de preparación y evaluación del caso para brindar las mejores condiciones en todo el procedimiento quirúrgico, que lleva varias horas, y tiene varios momentos críticos que hay que prever y tratar de controlar.
Griselda Gutiérrez – Cuando uno lo recibe, lo primero que hace es evaluar cuán profunda es la falla hepática, que es muy solapada y da mucho trabajo darse cuenta cuándo el paciente está en una etapa crítica. Hay que actuar rápidamente porque se deteriora mucho. En el caso de Pablito parecía que se estabilizaba pero en 48 horas se deterioró muchísimo, necesitó asistencia respiratoria mecánica y una cantidad de cuidados que solo se pueden hacer en terapia intensiva.
-¿Cómo es la comunicación con la familia del niño trasplantado?
Alejandro Costaguta – La familia sabe que algo no anda bien. Hay un momento donde la evolución alcanza un punto crítico donde no va a haber una recuperación posible, y la única manera es quitar ese órgano que está irremediablemente enfermo y reemplazarlo por uno nuevo. Es un trabajo diario, un camino que recorremos juntos mostrándole que, si bien se producen malas noticias, hay una esperanza como fue en el caso de Pablito.
Sergio Plaza – Hablamos con los papás para explicarles en términos relativamente básicos qué es lo que vamos a hacer y qué es lo que eventualmente puede pasar. Tienen que saber que es un procedimiento de riesgo donde tienen que dar su aprobación. Siempre tenemos contacto con los padres, tratamos de explicarles cuál es la situación y también buscamos que se sientan contenidos. Es un momento bastante difícil para ellos.
Griselda Gutiérrez – Tenemos contacto diario porque le damos dos informes programados y, en relación a la evolución del paciente, agregamos más según el estado del chico. En el contacto, una trata de informarles cómo un nene como Pablito, que hasta no mucho estaba sentado, hablando o dibujando, pocas horas después termina como un paciente intubado, con asistencia permanente del equipo de terapia intensiva y en coma.
-¿Qué sensaciones quedan tras este procedimiento exitoso?
Alejandro Costaguta –La profesión del médico tiene esa remuneración intangible económicamente, que es sentirse parte de un momento saludable, de recuperar una vida o una persona que está en riesgo. Es una satisfacción difícil de compartir pero que se experimenta a nivel personal. Para el Sanatorio de Niños significó demostrar que uno está a la altura de los desafíos que se le plantean y que responde con pericia y con profesionalidad.
Sergio Plaza –Cada procedimiento es un desafío. Que salga todo bien es la satisfacción del deber cumplido. Ver todo lo que uno se preparó motiva para salir adelante y seguir trabajando en algo que a veces es estresante pero te da la satisfacción plena de que, tras ver los resultados, vale la pena.
Griselda Gutiérrez – A pesar de que se repiten los casos, cada uno de ellos es muy movilizante y una no se puede mantener ajena al dolor de la familia y a la evolución del chico. Para el equipo de trasplante, ver cómo está Pablo hoy es una alegría enorme. Y con cada paciente se repite la misma sensación.
-Este caso tuvo la particularidad que se hizo muy mediático, ¿creen que sirve para concientizar sobre la donación de órganos?
Alejandro Costaguta – El trabajo se hizo de la manera profesional que lo requería y logramos blindar lo máximo posible a la familia, que estuvo expuesta ya que salía a la vereda y estaban los periodistas. Es indudable que ellos sintieron la presión pero también hay un agradecimiento porque esto permite que la gente tome conciencia con la donación. Si sirve para que la gente se dé cuenta de lo necesaria que es la donación, y que sin donación no hay trasplante, entonces es bienvenido todo lo que sucedió. Pensemos que, de nos presentarse complicaciones, estos pacientes pueden desarrollar una vida normal. Tenemos mujeres trasplantadas a los 15 años que han sido madres más de una vez, deportistas, universitarios, profesionales… la vida tiene que seguir sin problemas.
Sergio Plaza –Donar órganos salva vidas y hay que pensar que nunca sabemos cuándo podemos llegar a necesitar uno, o bien, algún ser querido. Estamos brindando una ayuda a alguien y en algún momento podemos ser nosotros mismos los que la necesitemos.
Griselda Gutiérrez – Desde la terapia veo el otro lado, que es el paciente que se va a transformar en donante. Con la actual información, la propia gente nos pregunta cuando saben que desde lo médico no les podemos otorgar ninguna salida curativa. Es un tema delicado, más aún en pediatría. Es importante que se difunda y que se hable con seriedad para que las noticias sean certeras y que no haya miedo. Al tiempo, una vez recuperados nos vienen a visitar y es increíble… a veces no los reconozco porque es un chico completamente sano. Por suerte se repite en la mayoría de los casos.